Millones de personas escuchan por la radio los cuartos de final entre
Argentina e Inglaterra. No es un partido más. Es una revancha deportiva a
cuatro años de la guerra de las Malvinas.
El primer tiempo termina sin goles frente a la mirada expectante de las
ciento quince mil personas que hacen temblar el Estadio Azteca.
Corre el minuto 54 y el partido va 0 a 0. Argentina estaría ganando si
el árbitro no se hubiera dado cuenta de que Diego Armando Maradona había hecho
el gol con la mano.
Poseído, Víctor Hugo Morales relata el partido agarrado al micrófono.
Ahí la tiene Maradona
le marcan dos
pisa la pelota Maradona/
arranca por la derecha
el genio del fútbol mundial/
y deja el tendal
puede tocar para Burruchaga/
SIEMPRE MARADONA
¡GENIO!
¡GENIO! ¡GENIO!
TÁ, TÁ,
TÁ, TÁ,
TÁ
¡PENAL!
¡PENAL!
Maradona se queda sentado en el área, inexpresivo, mientras el jugador
inglés, en vez de protestar por el fallo se lamenta como si hubiera cometido
un crimen.
Ingleses y argentinos se miran sin entender.
Todos sienten la misma sensación extraña. Todos menos el árbitro, que
está teniendo un desempeño ejemplar.
Todos hubieran jurado que nunca hubo penal, que Maradona hizo el gol
para luego salir festejando como nunca en su vida hacia la derecha, abrazado
por sus compañeros y vitoreado por sus compatriotas en el Estadio Azteca, en
las casas y en los bares de su país o dónde estuvieran, en cualquier lugar
del mundo.
Pero las cámaras lo pueden demostrar fácilmente: Maradona cayó al piso
empujado por un defensor inglés justo en el momento antes de poder patear la
pelota.
Miles de argentinos escuchan por radio el relato de Víctor Hugo
Morales, que se queda con el grito en la boca otra vez cuando Maradona patea el
penal y la pelota se va a las tribunas.
Al relator se le dibujan en la cabeza palabras que nunca dijo.
Barrilete cósmico/
¿de qué planeta viniste?
Casi las dice, casi caen por el precipicio de su lengua, pero Víctor
Hugo sabe que no tienen ningún sentido.
Mientras los ingleses festejan, Maradona se agarra la cabeza. No
entiende como erró el penal. En el momento que pateó la pelota había sentido
que su pierna ya no era suya, como si alguien dentro de él la hubiera pateado.
La sensación lo persigue y no lo deja en paz durante el resto del
partido, que finalmente gana Inglaterra por 1 a 0, con gol en el minuto 85.
Maradona llora en la mitad de la cancha.
Sus compañeros intentan
consolarlo.
El director técnico se agarra la cabeza.
La gente se lamenta en las
tribunas y en los bares.
El árbitro está contento por haber hecho un buen
desempeño.
Los ingleses, más allá de la felicidad por haber ganado el encuentro,
sienten la misma sensación extraña que los argentinos, como si en este 22 de
junio de 1986, bajo las narices del sol de México, algún error inexplicable
hubiera ocurrido.